La sorprendente conexión entre el eczema y los trastornos alimentarios

Un estudio de 2024 de la Universidad de Yale, que analizó más de 250,000 registros médicos, Durante años, el eczema ha sido abordado exclusivamente como una afección dermatológica: piel seca, brotes inflamatorios, comezón persistente. Sin embargo, un nuevo enfoque revela una realidad más compleja y menos visible: su estrecha relación con los trastornos alimentarios. Más allá de lo físico, esta enfermedad crónica podría estar estrechamente entrelazada con la percepción corporal, el control emocional y la salud mental.

El eczema —o dermatitis atópica— afecta aproximadamente al 10% de la población, manifestándose de forma intermitente y con desencadenantes tan diversos como el estrés, los cambios climáticos o ciertos alimentos. Lo que muchas veces pasa desapercibido es cómo esta condición impacta silenciosamente la psique: ansiedad, baja autoestima, aislamiento social… y, en algunos casos, conductas alimentarias desordenadas.

Un desequilibrio que va más allá de la piel

La relación entre eczema y trastornos alimentarios no se limita a la apariencia. Se trata de una dinámica interna donde el cuerpo se convierte en un territorio de lucha emocional. La sensación de perder el control sobre la propia piel puede desencadenar la necesidad de recuperarlo a través de la alimentación. Esto puede adoptar distintas formas: desde la restricción severa hasta los atracones, pasando por patrones cíclicos de culpa y compensación.

Desde la perspectiva médica, esta relación cobra aún más relevancia al descubrirse vínculos biológicos entre ambas condiciones. La inflamación crónica, común en quienes padecen eczema, también puede influir en el estado de ánimo, la regulación del apetito y las funciones neuroquímicas. Además, el eje intestino‑cerebro‑piel —una red compleja donde el microbioma intestinal desempeña un papel fundamental— abre nuevas posibilidades para comprender cómo una alteración en el equilibrio interno puede reflejarse tanto en la piel como en la conducta alimentaria.

Estética, presión social y autoimagen

Vivimos en una sociedad que valora la perfección estética y castiga la imperfección visible. En este contexto, el eczema no es solo una condición médica, sino una fuente constante de autoevaluación y comparación. La exposición de la piel —especialmente en temporadas cálidas o espacios sociales— puede intensificar la percepción negativa del propio cuerpo, distorsionando la relación con la comida como mecanismo de autocontrol o castigo.

Hacia un enfoque más integral

La clave para abordar esta conexión no está únicamente en el tratamiento dermatológico ni en la intervención nutricional, sino en una visión holística que incluya salud mental, acompañamiento emocional y educación sobre imagen corporal. Identificar señales tempranas, promover un lenguaje corporal positivo y generar conciencia en los profesionales de la salud son pasos fundamentales para prevenir y tratar esta doble carga invisible.

Reconocer que el eczema no solo afecta la piel, sino también la relación con el cuerpo y la comida, es el primer paso hacia un bienestar verdaderamente integral.