Escrito por: Luisa Rangel, Fotografía: Yorch Sans, Maquillaje y Peinado: Gio Moros Miami, Locación: Hotel AKA Brickell
Renunciar al éxito tradicional para perseguir el propio significado de plenitud no es una decisión que se tome a la ligera. Mucho menos si ese salto ocurre desde la cima de una carrera en banca privada, el mismo día en que te ascienden a vicepresidenta. Pero eso fue exactamente lo que hizo Valeria Hinojosa, una mujer que, guiada por una intuición visceral, transformó el caos en claridad y el miedo en una plataforma de conciencia global. Hoy, desde su rincón de paz en la Florida, inspira a miles con un mensaje de arraigo, comunidad y coherencia.

Valeria, cuéntanos cómo fue esa transición de la banca privada al activismo consciente.
Fue una transición marcada por la necesidad de reconectar con mi esencia. Estuve cinco años en la banca privada y aunque al principio todo era seductor: salario, bonos, eventos sociales. Llegó un momento en que me empecé a sentir vacía, me desconecté de lo que realmente me apasionaba: la naturaleza y el bienestar holístico. Empecé a deprimirme, y fue en ese momento que supe que tenía que hacer un cambio profundo. Así nació «Water Thru Skin», mi plataforma de vida consciente.
¿Cuándo sentiste ese llamado por primera vez?
A los tres años en el banco ya sentía esa desconexión. Aunque me ofrecían ascensos constantemente, sabía que estaba viviendo una vida que no era mía. Me tardé dos años más en dar el salto, pero finalmente, el mismo día que me ascendieron a vicepresidenta, renuncié.
Y sin un plan b, con todos los riesgos que eso conlleva…
Exacto. Había malgastado mis ahorros en un estilo de vida que hoy me resulta ajeno. Todo lo que ganaba lo invertía en una versión de mí que buscaba validación externa: marcas, zapatos, carteras. Y cuando renuncié, no sabía qué iba a hacer. Trabajé como bartender, luego intenté abrirme camino como profesora de yoga, pero hace doce años ese mundo no era lo que es hoy. Tuve que enfrentar la bancarrota, ir a la corte, y volver a empezar. Me mudé al sofá de mi mamá, quien me dio seis meses y una condición: que usara ese tiempo para reconstruirme. Fueron ocho meses en total, los más duros y transformadores de mi vida.

¿Cómo fue tu colaboración con Airbnb?
Diseñé una experiencia que combinaba yoga, veganismo y paddleboarding con limpieza del mar. Fue un éxito total. Lo que comenzó como una propuesta sencilla se transformó en uno de los Airbnb Experiences más buscados de Miami.
Ese proyecto marcó un antes y un después porque me demostró que podía vivir de lo que amaba y, sobre todo, crear impacto tangible.
Hablemos de las críticas: sostenibilidad y viajes constantes que las personas creen que deben ser prefectos, ¿Cómo lidias con eso?
Al inicio me afectó mucho. Quería ser perfecta, pero entendí que no vivimos en un mundo perfecto. Hoy me muestro tal cual soy, con vulnerabilidades y contradicciones. Compenso mis vuelos, apoyo proyectos de reforestación, y sigo aprendiendo. Lo importante es actuar desde la conciencia, no desde la culpa.

¿Qué impacto sueñas dejar en Miami?
Crear comunidad. Especialmente entre mujeres. Nos han educado desde la competencia, no desde la sororidad. Con mi proyecto «Casa Earth», mi esposo y yo organizamos eventos, retiros y talleres para fomentar esa red de apoyo emocional y profesional. Soñamos con ver a más personas reinventándose sin miedo.
Tu libro sale el 30 de septiembre. Cuéntanos.
Se llama En busca de la suavidad: Sanar en un mundo herido y lo público con HarperCollins Español. Es un viaje desde mi infancia hasta hoy, rediseñando creencias limitantes y patrones generacionales sobre la rapidez y el “éxito”. El libro está dividido en cuatro pilares: raíces, creatividad, despertar y suavidad. Es muy honesto, lleno de tropiezos, aprendizajes y mucha luz.
¿Qué significa para ti ser una persona de impacto hoy?
Es vivir y compartir desde la esencia, sin filtros. Crear redes humanas que sanen juntas, porque al sanarnos individualmente, ayudamos a sanar al mundo. Es atreverse a desprogramarse para vivir en libertad. Mi segundo gran renacer fue emocional, y llegó a mis 34 años, cuando entendí
que no podía seguir intentando ser perfecta. Empecé a mostrarme vulnerable, real, con mis contradicciones, y eso fue liberador. No quiero que me idealicen. Quiero que me vean como soy: una mujer en constante evolución.
Y finalmente, ¿qué es para ti la felicidad?
Es un sistema nervioso tranquilo. Despertarme con el canto de los pájaros, compartir con mi familia y los que quiero, vivir una vida coherente. Ya no busco la felicidad en lo material, sino en lo que nutre mi alma.