En el Kaseya Center, Dua Lipa convirtió cada canción en un ritual de luces y baile compartido, presentando un Radical Optimism Tour tan ambicioso como cercano.

El show fluyó en actos precisos: clásicos como Levitating, nuevos tracks, visuales hipnóticos y coreografías que parecían corear emociones. Miami New Times lo definió como “su paraíso de danza personal”, destacando cómo logró transformar una arena gigante en un espacio íntimo donde las luces parecían abrazar al público. Y en redes, sus looks —como los vestidos de espalda descubierta— se hicieron tan virales como sus canciones.
Más allá de la euforia, había una puesta en escena quirúrgica: cambios de ritmo, interludios, pausas emotivas y guiños constantes al público latino. Porque para Dua, Miami no es un escenario más, es un cruce cultural. Se sentía en cada beat: el pop global con alma latina, con influencers, actrices, artistas emergentes y fans bailando codo a codo en la misma fiesta.



Cuando una estrella internacional se siente en casa, el concierto deja de ser un show para convertirse en memoria compartida.