El anuncio oficial de que Bad Bunny encabezará el show de medio tiempo del Super Bowl LX no solo activó los reflectores del espectáculo, también encendió fuegos políticos y culturales que resuenan más allá del estadio. En una sociedad polarizada, donde lo latino aún incomoda a ciertos sectores, el artista puertorriqueño no dudó en responder con elegancia, sarcasmo y una claridad simbólica que va mucho más allá de los beats.

Credit: Screenshot SNL
En su aparición como host en Saturday Night Live, Bad Bunny no esquivó el tema: lo abrazó. Entre sketches y carcajadas, soltó una frase que rápidamente se convirtió en titular global:
“Tienen cuatro meses para aprender español”, dijo mirando a cámara con media sonrisa y mucho mensaje. No fue solo una línea graciosa; fue una afirmación política disfrazada de humor.
Las críticas vinieron de figuras alineadas al movimiento MAGA, como la gobernadora Kristi Noem, quien sugirió en redes sociales que las agencias migratorias deberían estar «presentes» en el Super Bowl si un artista como Bad Bunny encabezaba el evento. Un tono que muchos interpretaron como amenaza velada contra la comunidad latina. La reacción no se hizo esperar: miles defendieron al artista, no solo como músico, sino como símbolo generacional de la nueva voz hispana en EE. UU.
Bad Bunny, lejos de retraerse, hizo lo que mejor sabe hacer: convertir la controversia en arte. Su presencia en SNL fue más que una actuación. Fue una puesta en escena de resistencia cultural: sketches bilingües, estética urbana-latina, presencia escénica sin concesiones. Fue, en esencia, un halftime show anticipado para quienes necesitaban una respuesta contundente, sin estridencias, pero con firmeza.
Este episodio nos recuerda que el entretenimiento ya no es neutral. Que los escenarios masivos son espacios donde se disputan identidades, derechos, visibilidad. Y que artistas como Bad Bunny, lejos de ser “solo cantantes”, operan como embajadores culturales que incomodan lo establecido.
La elección de Bad Bunny para el Super Bowl 2026 no es casual. Es parte de una narrativa más amplia: la de una América que ya no puede ignorar su herencia latina. Y aunque algunos se resistan, el mensaje ya está claro: el futuro también se canta en español.


