Carlos Quintanilla: Contar es un acto de herencia, crear es un gesto de identidad

Escrito por: Luisa Rangel, Fotografía: Yorch Sans, Grooming: Gio Moro

Carlos Quintanilla es una de esas figuras esenciales que están transformando el relato latino con impacto internacional. Mexicano de nacimiento, hoy como vicepresidente y Head of Content & Production en Sony Pictures, rescata visiones culturales, amplifica voces diversas y construye puentes entre identidades. Con un instinto firme para reconocer qué historias merecen ser contadas, ha dedicado su vida creativa al guion, la televisión y la dirección, siempre guiado por una pasión inquebrantable por la autenticidad y por la convicción de que la representación es tanto arte como responsabilidad.

Desde los 16 años, Carlos supo que su vocación era la narración. Comenzó escribiendo radionovelas y luego telenovelas, en una época en la que este formato dominaba la pantalla latinoamericana. Participó en proyectos de la Compañía Nacional de Teatro, estudió actuación, trabajó en televisión y se especializó en dirección de escena. Ese recorrido múltiple le dio una visión integral del oficio. Para él, contar historias no es un trabajo: es un llamado. Tiene claro que todos los géneros tienen valor, que la comedia y el melodrama pueden coexistir, y que la plataforma no limita la pasión, sino que la expande y la transforma con cada proyecto.

Hoy, desde Sony Pictures, su responsabilidad se amplía: ya no se trata solo de la historia que quiere contar, sino de cómo esa historia puede viajar, conmover y encontrar audiencias en diferentes rincones del mundo. Ese equilibrio entre lo creativo y lo ejecutivo lo ha convertido en un referente para una nueva generación de productores latinos que buscan conquistar el mercado global sin perder autenticidad. “Una buena narrativa puede nacer en cualquier esquina del planeta. Lo que define si trasciende es la verdad con la que está contada”, afirma.

Para Quintanilla, el reto y la magia de crear contenido latino está en entender que no existe un solo público, sino muchos. El latino que vive en Ciudad de México no consume igual que el colombiano, y tampoco es lo mismo hablarle a un hispano que creció en Miami que a otro que nació en Los Ángeles o en Nueva York. Cada uno carga una memoria cultural distinta, pero al mismo tiempo comparten puntos de unión: la música, la nostalgia por la tierra y el orgullo de sus raíces. “El US Hispanic no es una sola comunidad —explica—. Es como el agua: fluida, cambiante, diversa. La clave está en encontrar lo que nos conecta sin borrar lo que nos diferencia”. Por eso insiste en que el entretenimiento es más que diversión: es un vehículo de identidad, capaz de transmitir valores y realidades mientras atrapa a la audiencia con una trama cautivadora.

Carlos considera que los creadores latinoamericanos hoy tienen una responsabilidad enorme: producir contenidos que no solo entretengan, sino que reflejen identidad. “Somos un mercado que consume mucho, pero también con acceso global a contenido de todo el mundo, lo que trae una exigencia: que lo latino sea auténtico, fresco, relevante”, comenta. Por eso, su labor crea puentes entre lo creativo y lo comercial: “entretener, sí, pero con el pulso del público, con lo que la audiencia realmente anhela, conectar con una verdad que atrape desde el inicio”, afirma con convicción, resaltando que la calidad debe ser siempre la primera apuesta.

Una conversación con Carlos inevitablemente gira en torno a la diversidad latina: los diferentes acentos, dialectos, sabores culturales que cambian entre México, Colombia o Estados Unidos. Dar voz a esas diferencias sin diluir la esencia es algo que lo apasiona. En sus series, busca que el guion sepa de qué país habla, quién lo escribe y de dónde vienen los personajes. Esa fidelidad cultural, explica, genera empatía. “Cuando hay autores que viven la realidad que retratan, cuando han sentido esa conexión, se nota; se siente verdadero”, dice.

Ese equilibrio entre reflejar la crudeza de nuestras realidades y, al mismo tiempo, sembrar esperanza es, para Quintanilla, un compromiso personal. Reconoce que el público latino ha estado expuesto durante años a narrativas dominadas por la violencia, pero asegura que hoy la misión es distinta: contar esas historias desde un ángulo humano que ofrezca segundas oportunidades, resiliencia y justicia social. “No podemos cerrar los ojos a lo que vivimos, pero tampoco podemos limitarnos a reproducir la tragedia —afirma—. Hay que mostrar que la solidaridad, la empatía y la fuerza de nuestros barrios también transforman”. Esa filosofía la ha llevado a proyectos donde, más allá del entretenimiento, las audiencias encuentran un reflejo de sí mismas y un recordatorio de que incluso en los contextos más difíciles siempre existe un espacio para la esperanza.

Un ejemplo concreto es su trabajo con la franquicia Rosario Tijeras, donde la responsabilidad le pesaba: evitar caer en clichés de violencia o romantización del narcotráfico, sin ignorar, sin embargo, las realidades. Se enfocó en empoderar personajes femeninos, en dar visibilidad a barrios invisibles, en mostrar que la justicia social puede ser parte de la trama, no solo el conflicto. También en otras series, como Doc, cuenta historias de segundas oportunidades, historias reales que inspiran.

Para Carlos, la representación va más allá de quién aparece frente a la cámara: “Importa quién escribe, quién dirige, cuál es la mirada desde detrás del set”. Es consciente, por ejemplo, de que una historia sobre México no puede estar escrita solo desde fuera; cuando hablamos del U.S. Hispanic market, insiste en que los creativos involucrados vivan esa experiencia, que vivan manos a la obra la cultura que narran. Esa autenticidad, dice, da sustancia al contenido.

Su trabajo no solo responde a una necesidad de representación, sino a un profundo compromiso por dignificar lo que significa ser latino hoy, dentro y fuera de la pantalla. En un ecosistema audiovisual cada vez más competitivo, donde el streaming ofrece miles de títulos al alcance de un clic, Carlos defiende que lo latino debe aspirar a estándares globales sin perder raíz local. “La audiencia ya no espera, decide en segundos si se queda o se va. Por eso debemos apostar por calidad, claridad y emoción desde el primer minuto”, subraya.

Miami le ha servido como un escenario de contraste profundo: mercados exigentes, diversidad cultural conviviendo con nostalgia de orígenes, públicos hispanos de distintas generaciones con expectativas distintas. No ha sido fácil, pero para él, 2025 marca uno de los momentos más luminosos de su carrera. Ve la reacción sincera del público, la fidelidad del espectador que siente que una serie suya le habló directamente, que reflejó algo que no había visto antes.

Cuando le preguntas qué significa éxito, no elige la fama ni los premios como medida principal. Para él, el éxito es contar historias que resuenan, que emocionan, que impactan, aunque sea a un solo espectador. “Si alguien me escribe desde una ciudad lejana y dice: ‘esa serie me hizo sentir’, ya gané”, afirma. Ese tipo de conexión humana es, para él, más poderoso que cualquier reconocimiento institucional.

Agrega que el verdadero triunfo está en saber que su trabajo genera conversación, inspira reflexión o despierta emociones que permanecen más allá de los créditos finales. “El éxito es cuando una historia trasciende la pantalla y se convierte en un espejo donde alguien se reconoce, o en un puente que acerca culturas y realidades distintas”, explica, lograr que alguien se quede hasta el final y sienta que esa historia le habló directamente, es la mayor victoria creativa que puede experimentar. En su trayectoria, proyectos como Control Z fueron un punto de inflexión: una serie que no solo conectó con la generación Z, sino que también lo reconcilió con su propia vocación tras un momento en el que pensó dejar la escritura. Hoy, ese impulso lo acompaña en cada proyecto.

Si hablamos de quién lo inspira y de mentores, Carlos menciona a Amenábar, a Fernando Gaitán, al teatro y, sobre todo, a su audiencia, motor constante de su vocación.

Y sí, Carlos cree firmemente en el legado. Piensa que todo lo que uno hace puede servir de cimiento para quienes vienen atrás. Que su aporte esté ahí: en estilos narrativos, en confianza para contar sin miedo, en mostrar que lo latino es diverso y digno. Le satisface profundamente saber que muchos alumnos y colaboradores con los que ha trabajado hoy son creadores independientes que avanzan con convicción.

En cuanto a sus sueños profesionales, Quintanilla aspira a seguir expandiendo ese espacio de historias universales desde voces latinas: contar con libertad, innovar formatos, cruzar fronteras con guiones que respeten la raíz cultural, pero que hablen también de lo humano. Ser parte de esa generación que no solo exporta contenido latino, sino que redefine qué significa ser latino ante el mundo.