En la era donde cada nueva tendencia de belleza nace en TikTok, pocas han sido tan extremas y virales como la «rutina cavernícola». Se basa en un principio radical: dejar de lavarse el rostro, evitar todos los cosméticos y permitir que la piel «se autorregule». Para sus defensores, es una vuelta a lo natural. Para los expertos, un experimento peligroso con consecuencias cutáneas impredecibles.

El argumento central de esta tendencia es que menos, es más. Que la piel tiene memoria, sabiduría y capacidad de equilibrio sin intervención. Pero lo que los videos no muestran es que muchas veces este «equilibrio» se transforma en brotes, infecciones o deshidratación crónica.
Los dermatólogos coinciden en que el exceso de productos puede dañar, pero también alertan sobre los riesgos de abandonar toda higiene. La piel acumula contaminantes, sebo, bacterias… y no, no siempre sabe defenderse sola.
Minimalismo no significa abandono
Adoptar una rutina más simple está bien. Apostar por ingredientes suaves, limitar pasos innecesarios, escuchar tu piel: excelente. Pero dejar de limpiarla por completo, incluso con agua, es llevar el minimalismo a un extremo que roza lo anticientífico.
La tendencia está generando casos documentados de daños dermatológicos, especialmente en pieles sensibles o con condiciones previas como acné, rosácea o dermatitis.
La paradoja de esta tendencia es fascinante: mientras predica la vuelta a un estado «natural» de la piel, se viraliza en plataformas que nada tienen de primitivo. Los videos con hashtags como #cavemanskincare suman millones de visualizaciones, generando debates encendidos entre entusiastas de lo holístico y profesionales de la salud.
Incluso influencers que han adoptado esta rutina suelen terminar mostrando recaídas o modificaciones, integrando productos «suaves» o retomando lavados semanales. Porque en el fondo, la piel habla. Y a veces, grita.