Esta edición de Art Basel se consolidó como la más diversa y ambiciosa hasta ahora: reunió cerca de 287 galerías de 44 países, cubriendo desde el arte moderno clásico hasta formas de expresión contemporáneas y vanguardistas.
Pero más allá de cifras, lo que realmente la hizo especial fue la mezcla de arte monumental, instalaciones inmersivas, diseño, cultura popular, experimentación —y una atmósfera vibrante que convirtió a Miami en el epicentro global del arte por unos días.
Dentro de ese marco amplio, surgieron algunas propuestas tan singulares que hicieron que todo el mundo hablara de ellas.
La biblioteca giratoria
Una de las obras más comentadas fue The Library of Us, de la artista británica Es Devlin. Imagina una estantería de 20 metros de altura, repleta con 2 500 libros, girando lentamente sobre la arena de Miami Beach, dentro de un estanque circular. Durante el día, brilla bajo el sol; de noche, se ilumina, invitando a la contemplación, al silencio, a la lectura.

¿Lo más potente? En medio del ritmo acelerado de ferias, compras y eventos sociales, esta instalación ofreció un refugio inesperado: un espacio para desacelerar, reconectar con lo físico, lo íntimo, lo intelectual —y, al mismo tiempo, compartir esa experiencia con otros. Fue un recordatorio de que el arte también puede ser pausa, reflexión y comunidad.
Los perros robóticos fueron el centro de todas las conversaciones
Mike Winkelmann, conocido como Beeple, presentó una de las instalaciones más provocadoras de esta edición: Regular Animals. Un conjunto de perros mecánicos, similares a los robots Spot de Boston Dynamics, recorrían una zona acotada portando cámaras y cabezas hiperrealistas de personajes como Elon Musk, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg, Andy Warhol, Pablo Picasso e incluso el propio Beeple.

Pero lo realmente surreal comenzaba cuando estos perros empezaban a «crear arte»: capturaban fotos en tiempo real y luego imprimían las imágenes para «defecarlas» frente al público. Cada impresión tenía un estilo gráfico vinculado al rostro que el robot llevaba: cubismo para Picasso, pop art para Warhol, monocromo futurista para Musk.
Las impresiones, que podían recogerse como objetos físicos, también estaban conectadas a NFTs que los visitantes podían reclamar mediante un código QR. El resultado era una experiencia artística híbrida entre lo físico y lo digital, cargada de crítica, humor y sofisticación tecnológica.
Cartier y su Panthère
La maison francesa presentó su exhibición Into the Wild del 5 al 7 de diciembre, a solo unas cuadras de su nueva boutique insignia en el Design District. Y lo hizo con una protagonista indiscutible: la Panthère.

Este símbolo icónico de Cartier nació en 1914 y desde entonces se ha transformado en una de las figuras más reconocibles y sofisticadas del diseño de alta joyería. Pero detrás de esa silueta felina hay una historia de empoderamiento, vanguardia y pasión creativa: la de Jeanne Toussaint.
La exposición recorria esa evolución a través de piezas históricas y contemporáneas. Desde la primera Panthère de 1948 creada para la duquesa de Windsor (un felino de oro y esmalte sobre una esmeralda cabujón), hasta los diseños naturalistas con ojos de esmeralda, los estampados abstractos «abstrait» y las versiones gráficas más modernas.


