Yelitza Martínez: La estructura invisible del éxito

Escrito por:  Luisa Rangel, Fotografía: Yorch Sans, Maquillaje y Peinado: Gio Moros

Yelitza Martínez, empresaria venezolana y cofundadora de la marca de alimentos Tío Paco, es una de esas mujeres que logra lo extraordinario sin hacer ruido. Su historia no es solo la de una migrante que se rehízo lejos de casa; es la de una estratega nata, una madre presente, y una líder que combina la precisión de las finanzas con el poder de la imagen. Su trayectoria es prueba de que el éxito no siempre necesita estridencias, sino constancia, visión y la valentía de reinventarse en un país nuevo sin renunciar a sus raíces.

Cuando se habla con ella, hay algo que resulta inmediato: su claridad. No solo al expresarse, sino al haber definido desde muy joven quién era, qué quería y cómo iba a lograrlo. Nacida en Venezuela, estudió Contaduría Pública, se especializó en estructuras empresariales y, desde entonces, supo que su lugar estaba en el diseño de modelos de negocio sólidos, capaces de sostener sueños.

«Siempre fui muy estructurada, desde niña», cuenta con una serenidad que da peso a sus palabras. “En mi casa, mi mamá nos enseñó que cada cosa tenía su lugar, su momento. Esa disciplina me marcó para siempre”.

La historia que hoy escribe desde su oficina en Miami no comenzó con un plan milimétrico. Como muchas familias venezolanas, Yelitza y su esposo se vieron obligados a migrar tras una experiencia dolorosa: un secuestro. “Nada estaba planeado. Llegamos con lo justo, con los niños pequeños y una necesidad: empezar de nuevo”.

Y lo hicieron. En apenas cinco meses, compraron un pequeño negocio de alimentos, sin más respaldo que la intuición empresarial de su esposo y la capacidad analítica de Yelitza. «Era un huequito, literal», dice riendo. Pero también era una semilla en la industria de alimentos. Hoy, Tío Paco distribuye más de 60 productos marca propia a cadenas como Walmart, Sedano’s y Pollo Tropical. La empresa cuenta con 45 empleados directos, y continúa creciendo.

“Para las familias hispanas, nuestros productos significan más que conveniencia: son un vínculo con su identidad cultural. Detrás del crecimiento y la preferencia del consumidor, hay una filosofía clara: no vendemos solo alimentos, construimos una familia diversa donde cada cultura se siente parte de algo propio. Aquí hay hondureños, venezolanos, cubanos, colombianos. Y todos sienten que esto también es suyo”.

Ese sentido de pertenencia no nació de un manual, sino de la necesidad emocional de reconstruir el hogar lejos de casa. Al llegar, Yelitza se sorprendió por la alta rotación de personal. “La gente trabajaba un día y se iba. Yo no entendía eso. En Venezuela, uno dura años en una empresa”, recuerda. Fue entonces cuando comprendió que debía crear vínculos reales: hacerlos sentir en casa. Ese sentido de propiedad y compromiso es hoy parte del ADN que impregna a todo su equipo.

Esa visión humanizada del liderazgo atrae a otras mujeres que buscan guía. “Me preguntan cómo hago para ser mamá, empresaria, esposa, ir al gimnasio… y siempre respondo lo mismo: no es magia, es estructura y experiencia. El tiempo es mi activo más valioso, y cuando se combina con organización, los resultados son poderosos”.

Con el tiempo, sin haberlo buscado, Yelitza se convirtió en mentora informal de muchas emprendedoras.  “Yo veo el caos y armo un plan. Es lo que sé hacer, me sale natural. Y si puedo ayudar, lo hago”.

Aunque en redes sociales su imagen pueda parecer la de una fashionista empedernida, detrás de cada outfit perfectamente elegido está la misma mujer que diseñó manuales de procesos internos y que recita métricas financieras con soltura. “La imagen importa, claro que sí. Pero el contenido importa más. Por eso me gusta inspirar desde lo real, desde lo que se ha construido con esfuerzo”.

Para Yelitza, el verdadero éxito no se mide en cifras, sino en tiempo y paz: poder salir de la oficina a las 3:00 p. m., buscar a sus hijos, compartir la mesa con flores y disfrutar momentos reales en familia. Vive en Miami con su esposo, compañero de vida y de negocios, y sus dos hijos, mientras el resto de sus seres queridos permanece en Venezuela e Italia. “Mi familia somos nosotros cuatro”, afirma. Pero los valores con los que creció: trabajo, fe y respeto, siguen guiando cada paso, tanto en casa como en su empresa.

Cuando habla de su país natal, lo hace con un suspiro contenido. “Me fui muy divorciada de Venezuela, por todo lo que nos tocó vivir. Pero también me llevé lo mejor: la fuerza, la calidez, esa capacidad de ver lo humano incluso en los negocios”.

Yelitza Martínez no es una influencer, aunque influya. No es una coach, aunque inspire. Es estratega, una mujer que transforma números en decisiones, y visión en estructura, camina con la fuerza de los negocios y la calidez de lo humano, desde esa dualidad poderosa, inspira, conecta y deja huella, construyendo estructuras que perduren.