Si a menudo dices “No soy racista, pero…”, probablemente sí lo seas

Ilustración por Dave McClinton

Todos conocemos el caso de George Floyd, el hombre afro-americano que fue asesinado por policías blancos en Minneapolis hace algunas semanas. Es una noticia que recorrió todo el mundo y que despertó una serie de críticas debido al racismo que se notó en esa situación en particular.

Pudiéramos pensar que, en esta época en la que está todo tan globalizado, el racismo es algo que pasó a la historia. Lamentablemente esto no es lo que está pasando. Hay muchas personas que aún tienen sesgos racistas y los demuestran con sus acciones. No es difícil encontrar comediantes que tratan a sus propios connacionales como inferiores ya sea por el color de su piel o por su forma de hablar. Todos nosotros, en algún momento, hemos compartido memes que, si los miramos desde el punto de vista de la moralidad, no son otra cosa que publicaciones racistas que  solo quieren desacreditar a las personas que son diferentes o que “pertenecen a un nivel inferior”.

Si bien todos asociamos el ser racista con prácticas demostradas en forma consciente tales como el odio a otra raza y la violencia al demostrarlo, existen diferentes tipos de xenofobia que no son tratados como tal, pero que aún al día de hoy son tomados como prácticas normales sin que nos demos cuenta de ello.

Uno de ellos es la negación con frases como “No soy racista, pero…”. Esta frase tiene como principal fin buscar la reprobación de la sociedad para negar que la persona es racista y así hacer que en la práctica esto sea tomado como algo legítimo. También podemos hablar de racismo daltónico en el cual se busca una igualdad que, si la analizamos, es falsa.

Se trata de dar la falsa seguridad de que existen ciertas desventajas sociales que derivan de algunos factores. Por ejemplo, el mero hecho de decir “hablamos de feminicidios pero no de las muertes de los hombres” nos hace ver que este tipo de racismo, si bien no es expresado libremente, aún existe y da a entender que se quiere tener control sobre la violencia de género.

Increíblemente, la llamada meritocracia, también es una forma oculta de racismo ya que muchos piensan que aquellas personas de piel clara son las que tienen acceso a los puestos más altos y que siempre van a tener un cargo superior por sobre el resto de la población.

Por otro lado, también existe el llamado racismo inverso en el que el grupo que domina se victimiza e intenta perjudicar a las minorías con diferentes tipos de acciones como discursos clasistas o frases de desprecio tales como “solo aquellos de piel oscura nos roban nuestras pertenencias” haciendo un descargo en, por ejemplo, marchas que se transmiten en televisión que provocan que las clases dominantes se sientan víctimas de la inseguridad.

Dentro del racismo inverso encontramos la revictimización en la que se hace a la víctima responsable del suceso que acaba de acontecer para justificar el comportamiento del agresor y la criminalización en la que se incrimina a ciertas personas debido al color de su piel. Es una forma en la que el racismo se da de manera oculta.

Todos alguna vez hemos sido víctimas del racismo o hemos sido racistas. No hace falta que pertenezcamos al  Ku Klux Klan sino que, con pequeños hechos podemos caer, aún sin quererlo, en este tipo de prácticas que pueden ser desmoralizantes para quien es la víctima y que termina encerrando en un grupo definido a aquellos que son diferentes.